martes, 23 de junio de 2015

Los enemigos que nos inventan





En 1995, se estrenó la película Undreground, del realizador Emir Kusturica y recibió una Palma de Oro en el Festival de Cannes. Yo la pude ver algunos años después. La historia, ambientada en una Yugoslavia que se deshacía en pedazos, comienza en la Segunda Guerra Mundial. La anécdota que sirve de pretexto dramático es, sencillamente, estremecedora. 




En Belgrado, la entonces capital yugoslava, durante la conflagración, un poeta, Marko Dren, esconde a su amigo Petar Popara y a su familia en un sótano para evitar que sean capturados por los nazis. Allí ocultos deben fabricar armas para la guerra. Marko los engaña para que sigan fabricando armas 20 años después de la guerra y haciéndoles creer que aún no termina y que ha pasado menos tiempo.





Lo que me conmovió fue el conjunto de artimañas que desplegaba Marko para construir una realidad bélica que ya no existía. Los habitantes del oscuro sótano escuchaban los ruidos que él hacía con diversos artilugios y asistían, aterrados, a las novedades inventadas de una guerra que había terminado hacía mucho tiempo. ¿Qué era lo aterrador de la experiencia? 




Aunque parecería una fábula descabellada, en un nivel metafórico, es lo mismo que han vivido y viven millones de personas en el mundo. Sus gobiernos les hacen temer a enemigos que aparecen más en los discursos que en la realidad. Así, hombres, mujeres, ancianos, niños, marchan, abren trincheras, entonan cánticos patrióticos, se esconden en refugios que más parecen tumbas colectivas que seguras defensas. 




No es que se haya apoderado de esta buena gente una demencia guerrerista. Son, lamentablemente, el fruto de esas verdades fabricadas desde el poder y difundidas en un aparato de propaganda que impide la contrastación. Si no hay otras verdades para contraponer a la verdad oficial, esa guerra de la que hablan los jerarcas, esos miedos que insuflan en la población; parecerían ser ciertos. 



Por ello, los amantes del autoritarismo suelen ser bien celosos de los medios de comunicación, tradicionales y nuevos. No es para nada sospechoso que las más longevas dictaduras del mundo impidan a sus ciudadanos el acceso libre a la información y a la difusión de otras miradas a la realidad. Sin embargo, siempre, como en la película de Kusturika, hay cómo escapar del sótano. 




Es viable descubrir que no hubo guerra, que las conspiraciones internacionales no estuvieron tras las fronteras del país, que no existían los golpistas, que el peor enemigo estaba puertas adentro, que el horror y la violencia habitaban en esas ideas de tapiar todas las ventanas de la nación e imponer una única verdad. El error siempre está en la imposibilidad de tapiar, también, la mente de todo un pueblo.




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2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo contigo, mi amigo. Enemigos que aparecen como por arte de magia creados por otros, para nosotros. Por eso importa tanto seguir luchando por una información honesta y reveladora. Daniela Mercado Antezana, desde Bolivia.

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    1. Gracias, mi querida Daniela, por tu comentario. En tanto el ejercicio periodístico pueda ejecutarse con mayor transparencia, podrán descubrirse las falacias tras estos enemigos que nos inventa

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