martes, 29 de abril de 2014

La entrevista mediática como construcción biográfica



Las historias han permitido dar forma a la existencia del hombre como especie. En esta línea, Jerome Bruner define a la narrativa como un proceso lleno de tensiones dialécticas para dilucidar la complejidad de la condición humana. Las entrevistas periodísticas deben ser comprendidas como narraciones. Hay personajes que cuentan sus historias y entrevistadores que asumen voces; retiran o ponen máscaras.

También, como en cualquier relato, se producen vínculos que, remiten a la dinámica eficiente que se producía junto al fuego primigenio. Pero, la entrevista, ahora, exhibe toda clase de similitudes, cambios y hasta saludables contagios con otras formas de narración, de acuerdo a la visión de LeonorArfuch .
 
Según las ideas planteadas por Jean Baudrillard, en la posmodernidad, se borran las fronteras entre lo público y lo privado. Las biografías de los sujetos se muestran y se amplifican hasta la saciedad en espacios especulares. La otredad se cosifica y banaliza.

 
 

Leonor Arfuch matiza y apuesta a la necesidad de identificación. Por tal motivo, la profusión actual de diálogos intenta mostrar esos sitios de comunión entre los entrevistados y el público. Cada individuo, desde la narrativa, construye su propia vida, en contraste con la de los demás. La otredad, por tanto, tiene un enorme peso en el relato que, cada quien, arma sobre sí mismo.
 
Pero, en cada uno de estos actos dialógicos, se dejan huellas que construyen las biografías. Lo dialógico se extiende hacia el otro, pero hay un diálogo también del entrevistado consigo mismo. Esta idea de Arfuch abre la posibilidad de comprender la historia de los entrevistados como un proceso dialógico inconcluso, plural y compartido. En cada una de sus declaraciones, el personaje podrá rectificar, replantear, ampliar o negar lo previamente dicho.

Por lo tanto, de acuerdo a Leonor Arfuch, esa es la angustia que subyace en la imposibilidad de los famosos de controlar su historia personal. No resultan ser ellos o ellas, si no la imagen que cada quien posee sobre lo que han dicho o hecho.
 
 
De tal suerte, el entrevistado está en desventaja. No es él quien tiene la última palabra. Pero, si toda entrevista es una representación teatral, los interlocutores acudirán con sus afeites más convincentes y convenientes. Así, en cualquier entrevista hay una tensión entre lo que se muestra y lo que se oculta. Pero no difiere mucho de lo que cada individuo hace en su interacción social. Tampoco hay que buscar secretos en cada frase que diga el interlocutor.
 
Sin embargo, en la voz de un entrevistador, emergen las voces que asume por su rol social, pero también están las otras voces, las que lo han conformado. Cuando el periodista intenta aprehender la realidad, lo hace desde postulados y verdades que, a veces, cree originales. Lo cierto es que son creencias pre-existentes a las que ha dado su carga afectiva e izado como banderas personales.
 
 
 
Pero, ese intercambio de preguntas y respuestas no es una mera transacción de información. García Márquez llegaba a compararla con un acto amatorio, que será memorable si quienes participan son cómplices. Lo que indica esta analogía es la necesidad de crear vínculos, sin olvidar que el periodista representa y trabaja para el público, para develar verdades, en un clima de respeto y cordialidad.
 
 
En toda entrevista existen zonas de fricción. Junto a la intimidación por el poder del periodista y del público, están intereses y objetivos divergentes, por principio. Pero las relaciones interpersonales de respeto deben primar sobre el periodista redentor, que acorrala a su invitado y lo despoja de sus secretos. Toda persona reclama para sí una imagen ante la sociedad, que incluye no ser avasallado y recibir consideraciones por la prestancia de sus acciones o saberes.
 

Las historias que circulan en los medios de comunicación no son propiedad de quienes las cuentan. Son un patrimonio común, un relato grupal que se construye y reconstruye. Entonces, el otro es imprescindible para edificar, consolidar, replantear y comprender los nexos entre el individuo y su contexto. Por eso, en cada entrevista, se activan mecanismos de gozo y necesidad, semejantes a cuando alguien dice: “Había una vez…”
 

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