jueves, 23 de julio de 2015

La basura bajo la alfombra








La vida está llena de oportunidades y siempre se puede elegir. Asimismo, con cada elección, llegan las consecuencias de ese escogimiento. Casi siempre, cuando se escucha la frase: “es que no puedo escoger”; lo que está detrás es no querer o no poder asumir qué se derivará de esa selección que se realiza. Claro está, no todo es en blanco y negro. Hay una inconmensurable tonalidad de grises entre uno y otro extremo. 




Miles de historias personales atravesadas por el dolor y la violencia nos salen al paso desde la vida misma. Pero, incluso, en estos casos extremos, es el miedo el elemento paralizador. En estas realidades, el temor asoma variados rostros: desde el pavor que provoca la muerte, hasta el orgullo vanidoso, que no es más que recelo e inseguridad.



 Ahora, la sociedad ecuatoriana está en un compás de espera. De lado y lado, se observan con desconfianza, existe el temor de quebrar ese ambiente de unidad al que fueron convocados tras la misa papal. Recuerdo una caricatura de un medio impreso en la que se observaba al mandatario ecuatoriano barrer bajo la alfombra los problemas de la coyuntura política, ante la inminente llegada de Francisco. 




Más allá de la lectura en clave de humor, hay una realidad. Dejar de hablar de los problemas no significa que los mismos hayan desaparecido. Esconder bajo el tapete los desencuentros nacionales no simboliza, de modo alguno, que no se sigan cociendo los detonantes del descontento social y de la crispación política. Si se quiere, realmente, evitar la conflictividad a nivel nacional, es preciso deponer, de lado y lado, las teas incendiarias.





 Escuchar discursos de intransigencia solamente nos avizora un diálogo de sordos, un mitin pre-electoral para pescar con la ganancia fácil del río revuelto. Frente a las pasiones, los buenos políticos suelen colocar una dosis generosa de pragmatismo. Hay que observar el mundo y saber que hay bienes mayores que los intereses de un partido político, de una figura pública, de una tesis doctrinal. 




Ya vino el Papa. Ya se fue y dejó tras de sí la pelota en el terreno de los ecuatorianos y las ecuatorianas. Por ejemplo, podría comenzar una discusión abierta sobre las reformas constitucionales, que es un asunto que, si no se analiza, generará mayores desencuentros que los que vemos actualmente. Hay que tomar el reto de Francisco, porque es a los habitantes de este sitio a quienes corresponde encontrar un camino común en la construcción del terruño imaginado. 




No puede ser que se espere que alguien, por mucha autoridad moral que tenga, asuma los retos que son del país. Sería reconocer que carecemos de capital como nación, como sociedad. Es una oportunidad. ¿Haremos la limpieza general y sacaremos a airear la alfombra, ya sin escombros que ocultar? ¿Qué miedos, de lado y lado, podría paralizar una tarea urgente como esta?

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