miércoles, 30 de julio de 2014

La soledad de los débiles





Creo en el Amor. Cuando amamos, alcanzamos la real humanidad. Pero, ¿quién es el otro al que debo amar como a mí mismo? Los paradigmas antropocéntricos han condicionado la lectura. 

Sin embargo, sabemos que, incluso, entre seres humanos, hermanados por lo biológico y no tan extraños en lo social, la intolerancia ya nos ha pasado factura. El racismo, la xenofobia, los fanatismos de diverso signo, son el muestrario de lo que podemos hacer para negar la existencia de un alter que es también idéntico.



¿Y si ampliamos la idea de alteridad? ¿Si el otro no es un ser humano? ¿Qué nos hermana? La respuesta está en algo que debe quedar muy claro: no hay salvación si no salvamos, con nosotros, a este planeta y a todas las criaturas que lo habitan. 

Todos debemos luchar, con mayor fuerza y presencia, por los más débiles entre los débiles, los que carecen de voz: los animales, las plantas, la Tierra toda. Cada día, sufren el olvidoel maltrato y el despojo de sus derechos; se les niega una vida digna como hijos e hijas, también, del mismo Padre, hermanos nuestros en la Creación. Si ellos no se salvan, el Amor estará mutilado.




(Este texto fue publicado, originalmente, en la revista Cosas, No. 257, de julio de 2013)

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