viernes, 8 de agosto de 2014

Rafael Correa y la democracia de Pericles




La visión que tienen, de Rafael Correa, sus aliados ideológicos


La concepción humanista de la historia reconoce el papel de los sujetos en los distintos procesos de transformación social. Los marxistas, sin embargo, apuntan a las masas como la entidad capaz de producir los verdaderos cambios sociales. Habría que preguntarse si Pericles (495 a.C. – 429 a.C.) representaba el postulado que emplea la izquierda para rotular a un ser humano como excepcional.
Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época (Pléjanov, 1963: 18). 

Lo innegable es que, en el siglo V a.C., Pericles delineó la base de una sólida práctica democrática en Atenas. Por ello, en su famoso Discurso fúnebre, pronunciado en el 431 a.C. dice: “Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos y, más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría, es democracia (Tucídides, II-VII)”. Su modo de hacer política fue excepcional. Por ello, cabría preguntarse si en Ecuador, una realidad tan distante, geográfica y temporalmente; existen las condiciones constitutivas de la democracia que expuso el célebre político ateniense.

Imagen por cortesía de www.dreamstime.com 

Es necesario comenzar por uno de los credos de los cuales se sentía orgulloso Pericles: el valor de la palabra. En Atenas, se debatían públicamente todos los asuntos. Esa era la metodología para que emergiera el pensamiento racional y conducirse a la acción. El propio Pericles decía: “en nuestra opinión, no son las palabras lo que supone un perjuicio para la acción, sino el no informarse por medio de la palabra antes de proceder a lo necesario mediante la acción (Tucídides, II-VII)”. 

Es importante señalar que el pensamiento griego suele caracterizarse por su dicotomía, por lo que palabra y acción se comprenden como conceptos separados. Con el debate, se podía impedir la concreción de ciertos actos y, además, evitar el peso de la predestinación o la protección divina a ciertas y determinadas empresas.


Imagen por cortesía de www.tctelevision.com 

Pero, más allá de la habilidad discursiva de los atenienses, lo cierto es que se demandaba del individuo estar bien informado para que su exposición fuese fructífera. En tanto, veintiséis siglos después, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, suele mostrarse bastante reacio al diálogo. Demanda de los individuos una unanimidad que anula el debate público. Una vez que identifica a quien no coindice con sus postulados, enfila la artillería comunicacional del gobierno en su contra. Así lo reportó la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión en su Informe Anual 2009, cuando señaló que
de manera frecuente, el Presidente  dedica cerca de una hora de su espacio televisivo semanal para descalificar duramente a la prensa, y tildarla, en diversas oportunidades, de ser ‘conspirador[a]’, ‘corrupta’, ‘desestabilizador[a]’, ‘irresponsable’ y ‘mentirosa’. De la misma forma, habría invitado a la ciudadanía a no comprar los periódicos y amenazado públicamente con emprender acciones judiciales contra algunos medios y periodistas críticos de su gobierno (CIDH, 2009)


Imagen por cortesía de www.eldiario.ec


También Leonor Arfuch (2002) remite a los postulados de Mijaíl Bajtín sobre el hombre como un sujeto lingüístico. El filósofo ruso plantea un ser que se construye y está revestido de la otredad del lenguaje. Por lo tanto, en la voz de un entrevistador, emergen las voces que asume por su rol social, pero también están las otras voces, las que lo han conformado. Cuando el periodista intenta aprehender la realidad, lo hace desde postulados y verdades que, a veces, cree originales. Lo cierto es que son creencias pre-existentes a las que ha dado su carga afectiva e izado como banderas personales.

Sin embargo, ese intercambio de preguntas y respuestas no es una mera transacción de información. García Márquez llegaba a compararla con un acto amatorio, que será memorable si quienes participan son cómplices. Lo que indica esta analogía es la necesidad de crear vínculos, sin olvidar que el periodista representa y trabaja para el público, para develar verdades, en un clima de respeto y cordialidad.

Imagen por cortesía de www.laredaccion.org 

En toda entrevista existen zonas de fricción. Junto a la intimidación por el poder del periodista y del público, están intereses y objetivos divergentes, por principio. Pero las relaciones interpersonales de respeto deben primar sobre el periodista redentor, que acorrala a su invitado y lo despoja de sus secretos. Toda persona reclama para sí una imagen ante la sociedad, que incluye no ser avasallado y recibir consideraciones por la prestancia de sus acciones o saberes. 

En la teoría de las intersubjetividades, Alfred Schutz plantea que lo cotidiano no es un coto privado sino un mundo intersubjetivo. Así, los espacios informativos deben promover ese patrimonio común. No importa qué tan dispares sean las experiencias de vida, hay que mostrar interés y hacer sentir agradable al otro. Según Arfuch (2002: 155), hallar ese sustrato compartido “es capaz de anudar, a su vez, el afecto y la confianza”. Entonces, cuando se tienden puentes, se refuerza el sentido etimológico de comunicar: poner en común.


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Las historias que circulan en los medios de comunicación no son propiedad de quienes las cuentan. Son un patrimonio común, un relato grupal que se construye y reconstruye. Por lo tanto, en el modo de comprender el mundo, hay un concierto de voces que han sido asimiladas por cada individuo. El ser humano es en tanto lenguaje y el hecho lingüístico solo tiene sentido cuando es puesto en común. Entonces, el otro es imprescindible para edificar, consolidar, replantear y comprender los nexos entre el individuo y su contexto. Por eso, en cada entrevista, se activan mecanismos de gozo y necesidad, semejantes a cuando alguien dice: “Había una vez…”

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